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martes, 1 de noviembre de 2016

Las misiones jesuíticas de Chiquitos (2)



La ruta de las misiones la hice con Ana que las tenía en su lista de " sitios a los que quiero ir" desde hace ya algún tiempo.
Los santacrueños  no nos animaban a completar el circuito y mucho menos por nuestra cuenta, la comunicación entre los distintos pueblos no era buena y vista una vistas todas.
Sugerían ir a la " más importante" Concepción, volver a Santa Cruz y al día siguiente viajar a San José de Chiquitos .
Sus argumentos no nos  convencieron y decidimos visitar San Javier y Concepción y una vez allí decidir si seguir o volver a Santa Cruz.
Desde la terminal bimodal de Santa Cruz salen las *trufis a San Javier y Concepción.
Terminal bimodal de Santa Cruz


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*Trufis: Vans, minibuses, microbuses con capacidad para 6-8 personas ( aunque el número puede llegar a 12 con niños incluidos), de distintos colores y estados ( nuevas,viejas, seminuevas, muy viejas, antiguas...). Funcionan, en principio, sin horario fijo y cuando todos los asientos están vendidos arrancan. El precio también varía dependiendo si eres boliviano, europeo o español. Si tienes prisa y no quieres esperar puedes comprar los asientos que faltan aunque corres el riesgo de que se te quede cara de tonto cuando te subes y compruebas que los asientos estaban ya vendidos y la trufi va hasta arriba. 


Compramos los billetes a San Javier (40 Bs) para una de las trufis a las que sólo le faltaba un asiento más por vender y que saldría en 10 minutos...la realidad, faltaban al menos cuatro y tardamos más de una hora en salir. 
La distancia a recorrer unos 225 km en 3 horas y media con la carretera en buen estado y pocos tramos sin asfaltar.
Llegamos a San Javier.
Yo no tenía de ni idea lo que me iba a encontrar, nunca había visto una foto de los templos de las misiones y al llegar a la plaza mi sorpresa fue mayúscula.
Ante mí, una iglesia sin ninguna pretensión pero de una belleza, una armonía y sencillez que no podía dejar de mirarla y pensar en aquellos jesuitas y la vida del pueblo durante aquellos años.
 Sita en una plaza bien cuidada rodeada de casas bajas de techos y soportales de madera.





















Visitamos el interior del templo, admiramos sus columnas  y confesionarios de madera tallada, su retablo austero y las paredes pintadas de colores ocres y marrones (características comunes a todas las misiones que íbamos a visitar en los siguiente días). 
El claustro con el campanario en su interior y un bonito y cuidado jardín. 
Había también un pequeño museo con explicaciones sobre la restauración e historia de las misiones. 
































 En el pueblo no había ningún bar, así que nos compramos unas cervezas en un colmado  y nos sentamos en la plaza amenizadas por la orquesta del pueblo que estaban esperando a un equipo de fútbol infantil que había ganado el campeonato nacional en Sucre. El pueblo era una fiesta.
Al acabar en la calle principal del pueblo paramos la primera trufi que pasó con destino Concepción ( 20Bs aunque nos pedían 60Bs)
El viaje suele ser de una hora, tardamos dos, la razón, una reunión de conductores de trufis, a 10 minutos antes del pueblo, a la que nuestro conductor asistió hasta el final, mientras todos los pasajeros esperábamos en el arcén.
Llegamos de noche.
La trufi nos dejó a las afueras del pueblo y caminamos una media hora por calles sin asfaltar  y poco iluminadas hasta que llegamos a la plaza  donde estaba nuestro hotel   " El Gran Hotel Concepción" un hotel venido a menos con un patio espectacular regentado por Bernardo.
A la mañana siguiente visitamos el templo y el museo con fotos muy interesantes de los trabajos de restauración.

Concepción es la más grande de las iglesias y la primera que restauró Hans Roth, me gustó menos que San Javier pero la plaza y sentirte trasladado al lejano oeste hace de este lugar especial, de esos que quedan grabados en la memoria
La siguiente misión, San Ignacio la única de todas que había sido completamente destruida.
Las trufis  salían todas a las 6 de la tarde así que para no perder todo el día  y con la ayuda de Bernardo contratamos un taxi. Llegamos a San Ignacio después de 4 horas de viaje por carreteras sin asfaltar. 
Visita rápida, espectacular retablo cubierto de pan de oro y a por la siguiente trufi  a San Miguel, de allí a San Rafael e intentar llegar a San José de Chiquitos esa noche, no hay hospedaje en los pueblos  de San Miguel y San Rafael.
San Ignacio
Campanario San Ignacio
Retablo de San Ignacio




















Cuando llegamos a San Miguel el templo estaba cerrado pero encontramos a Mario, el sacristán, que nos hizo una visita guiada. Contaba con orgullo como su padre ya cuidaba la iglesia y la admiración que sentía por los españoles por todo lo que habían hecho por su pueblo.

San Miguel

Campanario de piedra de San Miguel

A San Rafael llegamos de noche pero con la suerte de encontrar el templo abierto ya que estaban rezando el rosario.
Tras la visita conseguimos los dos últimos billetes de autobús a San José y nos sentamos en la plaza a esperar. No hay trufis que cubran ese trayecto, hay cuatro autobuses todos a la misma hora. En Bolivia todas las flotas salen a la misma hora. Por San Rafael  pasaban a las 21.00.
A las doce de la noche llegamos a San Jose el pueblo más grande de la Chiquitania, una mototaxi nos llevo al hotel " Villa Chiquitana" y por la mañana después de un rico desayuno, nos dispusimos a  visitar la misión, la única de piedra.
Camino de la plaza nos sorprendió cruzarnos con familias y hombres en grupos de dos o de tres, altos, rubios, hablando un idioma que sonaba a alemán y que resultaron ser menonitas. En esta región hay muchas colonias de este grupo que se dedican a la agricultura y viven con las costumbres de siglos pasados.




Cuando llegamos a la iglesia estaba cerrada nos dijeron que abría a las dos, decidimos esperar pero  el señor que tenía las llaves no apareció, si pudimos ver su bonito claustro.
 Después de la visita nos fuimos a la terminal a coger la trufi que nos llevaría de vuelta a Santa Cruz.
San Jose de Chiquitos



 Después de haber completado parte del circuito entiendo el consejo que nos dieron los santacruceños y  su "vista una, vista todas".
Pero en mi opinión, entender y sentir la esencia de las misiones se consigue visitando varias de ellas.
Viajar de un pueblo a otro descubriendo la exótica vegetación por polvorientas carreteras, pasearlos, visitar las misiones y conversar con sus gentes que preguntan muchas veces sorprendidos aunque orgullosos la razón de tu visita...Y con la duda de si sería bueno hacerlos más accesibles al turista.
 ¿ Perderían su encanto?





lunes, 31 de octubre de 2016

Las misiones jesuíticas de Chiquitos


Mi primera parada en Bolivia fue Santa Cruz de la Sierra , conocida como la ciudad de los anillos por su diseño urbanístico.
Santa Cruz no tiene mucho interés desde el punto de vista turístico pero es el punto de partida perfecto para visitar las misiones jesuíticas de la chiquitania en el oriente boliviano.


Las misiones fueron levantadas por los padres jesuitas en plena selva boliviana en poco más de medio siglo, llegaron al lugar portando instrumentos musicales en vez de armas.
La de San Javier, construida en 1691, fue la primera, la última la de Santo Corazón, en 1760, y fue el sacerdote suizo Martin Schmith el arquitecto responsable de estos bellos templos de estilo barroco mestizo con esplendorosos altares dorados, imponentes columnas talladas en madera y solemnes campanarios.
San Javier



Los jesuitas estuvieron en la región unos 70 años hasta su expulsión en 1767.
La labor de estos hombres y la manera en que organizaron las misiones fueron descritas por Voltaire como " un triunfo de la humanidad". Durante su permanencia en tierras Chiquitanas crearon admirables sociedades en productividad, orden y arquitectura.
 Las Reducciones se organizaban de manera que las tierras y los talleres eran propiedades de las comunidades siendo obligatorio el trabajo para todos los indígenas sanos y una proporción de los frutos del trabajo era destinado al mantenimiento de los huérfanos, viudas, ancianos e inválidos, además de las obligadas misas, rezos del rosario y  dedicación los domingos y festivos a los oficios religiosos.
Llegaron a tener todo tipo de artesanos, carpinteros, torneros, alfareros, curtidores, zapateros, incluso fabricantes de trompetas, violines, violonchelos, órganos, que los jesuitas enseñaban a tocar a las comunidades. Tradición que se ha conservado hasta hoy. Todos los años se celebra el festival internacional de Música Barroca- Renacentista en la que participan los coros y orquestas de los distintos pueblos y donde se interpreta a Vivaldi, Bach o Chaikovsky.
Las misiones no fueron destruidas después de la expulsión de los jesuitas pero con el paso de los siglos se abandonaron,  hasta que en 1972, otro suizo, Hans Roth llegó a la región e inició un fantástico trabajo de restauración durante más de 20 años en los que también participó la AECI.
La UNESCO declaró estos pueblos Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1991.
Interior iglesia de San Javier

Campanario de San Miguel




San Ignacio



Concepcion
San Jose de Chiquitos ( la única de piedra)





































A pesar del significado cultural y su alto nivel artístico,  por increíble que parezca llegar a estos pueblos no es tarea fácil. ( Explicaré en el siguiente post como lo hice)
Los precios de los tours turísticos son desorbitados y cubrir las distancias por carreteras con tramos sin asfaltar en las " trufis" hacen que los trayectos entre misión y misión sean a veces interminables pero llegar a los pueblos y descubrir los maravillosos templos compensan la dureza del viaje.
El trazado de estas misiones giraba en torno a una gran plaza, en uno de cuyos ejes se levantaba templo. En cada uno de los pueblos se conservan esa estructura, con plazas bien cuidadas con majestuosas palmeras, rodeadas de las casas de los chiquitanos con los soportales y tejados de 
madera. 






 ¿ Y cuál es el origen de la palabra Chiquitania?... Los españoles llamaron a una de sus etnias              " chiquitos" pese a que eran gentes tamaño normal, ¿ la razón? las casas eran cabañas de paja dentro de los bosques con puertas muy bajas en las que sólo se podían entrar a gatas para evitar las moscas y mosquitos y para que los enemigos no pudieran flecharlos de noche...

martes, 20 de septiembre de 2016

Las palmeras de cera....eje cafetero


La primera semana de agosto, desde Buenaventura (en el pacifico) llegué a Salento, en buseta que se demoró unas 8 horas por 45.000 COP (15 euros).
Salento es un bonito, pintoresco y turístico pueblo situado en el eje cafetero, si bien el auge del turismo es sólo de unos 10 años hacia acá cuando las guerrillas empezaron a disminuir su actividad en la zona.
Con el turismo llegó también la burbuja inmobiliaria y las casas han hasta quintuplicado su valor.
La razón de este auge, el valle de Cócora y las haciendas cafeteras de los alrededores.
El pueblo es pequeño, una plaza, donde venden todo lo que te pueda apetecer a lo largo del día: helados, jugos, fruta, chorizos, arepas solteras, casadas y cremas, obleas, algodón de azúcar y todo tipo de artesanías y souvenires... y una calle principal con bonitas casas de colores, bien cuidadas. También cuenta con un mirador en lo alto con vistas al majestuoso valle.
La calle principal siempre animada y con muchos bares donde disfrutar de una club colombia.




























La manera de llegar al valle es en los buggies que desde muy temprano están alineados en la plaza listos para partir,  el trayecto de pie, en la parte de atrás es una bonita introducción al paisaje que se va a descubrir durante la caminata.
El recorrido por el valle son unas 4 horas.
Las dos primeras se sube hasta unos 3000 m y una vez en lo alto, empieza el espectáculo.
El valle de Cócora está trufado de palmeras de cera, altísimas, majestuosas, elegantes, únicas. 
Tan únicas que hacen que el paisaje sea también único. Te envuelven en su belleza haciéndote disfrutar al máximo el descenso. No puedes dejar de hacer fotos, de sentarte a contemplar esas palmeras a la izquierda, a la derecha y otra vez hacia arriba.

Según te vas acercando parece que te dan la bienvenida.
Un lugar precioso. De esos paisajes que se quedan en la memoria para siempre.






















Visitar una hacienda cafetera completa los días en el eje cafetero. Hay varias que ofrecen un tour donde explican las peculiaridades del café de la zona, cultivo, recogida y al final del mismo se saborea un delicioso café.

Como curiosidad, hasta hace muy pocos años, todo el café de primera calidad se exportaba y el que se quedaba en el país era el de segunda o baja calidad. Ahora se quedan con un tanto por ciento de primera calidad aunque siguen exportando la mayoría.
Por eso y aunque sea difícil de creer no es fácil que te sirvan café de buena calidad en los hoteles, bares y restaurantes de Colombia.
Y, Juan Valdez, no existe, como hombre, campesino, cafetero… es la marca/imagen que se usa como denominación de origen del café colombiano.